lunes, 23 de abril de 2012

MARGARITA - Primer personaje ecológico, de Rubén Pergament

21x15, 120 pag.
Tiras de cuatro cuadritos, de Rubén Pergament, aparecidas originalmente en el diario La Opinión. Ahora aumentadas (2012).


Margarita: una criatura frágil y poderosa,  

Margarita, la historieta creada por el dibujante Rubén Pergament, fue publicada en el Diario La Opinión”, desde 1978 a 1981. La flor tierna, de aroma silvestre, que como las estrellas más altas mira de cara al suelo y se deshoja en las manos de los enamorados, repartía en cada entrega gracia e ironía; el relato sin texto en los cuadros, la expresión en las líneas del personaje, la inocencia en los gestos, el juego de descubrir y poner de manifiesto algo que estaba vedado, oculto, dejaba entrever la respuesta a un medio tomado por la fuerza, al estado de confusión, complicidad y asfixia que envolvía al país -y al que ni el propio Diario La Opinión escapaba- cuando un gran cartel en la frente de cada uno, como en una secuencia de cine mudo, mostraba la letra del guión que muy pocos se animaban a interpretar.
Pergament sabe dibujar los sonidos de las palabras, ilumina y dice desde el trazo; sabe que la boca no tiene llaves y prefiere sugerir con los silencios, desde la penumbra del lenguaje subterráneo, tocando con su lápiz las necesidades más urgentes, dominando el oficio de figurar con medios estáticos, el movimiento real.
Los dibujos de Pergament nos ponen siempre frente a ese estado en el que se encuentra un cuerpo sometido a la acción de fuerzas opuestas, son pura tensión contenida -provocanción y espera de la reacción del otro- nos toma desprevenidos y nos hace enrojecer de asombro o vergüenza: el mensaje no está en su interior sino afuera del dibujo.
Margarita se traslada dando pequeños saltitos con su infaltable maceta; junto a su cabo, una vara de su altura le sirve de tutor para mantenerse en pie; ella se desliza, es curiosa, traviesa, quiere tocar y alterar el mundo que tiene a su alcance; no está sóla, por ahí desfilan otros personajes ambientales: la hormiga, el oso hormiguero, el pajarito, la nube, el rayo, la lluvia, el sol. El día que Margarita se enamora de otra flor, al notar que la luna le pone su perfil triste, extiende su larga y delgada raiz hacia el astro, la envuelve en el hueco de su palma y se la lleva, como si la luna fuera un globo -y tal vez para Margarita lo sea-, magistral lección: en una sociedad donde cada uno se salva como puede: Margarita no abandona.
Margarita es la hija de la primavera un nombre de mujer un símbolo pero también es una flor de amor, como diría Pizarnik “un poema dibujado” en el corazón del papel.
Ella como toda vida que surge en la intemperie se expone a las amenazas y peligros frente a las otras criaturas destructivas y voraces; atraviesa como extranjera la historia, y nos señala que vivimos a un metro del desencuentro y a dos cuadras de la fraternidad. Margarita es un personaje de la naturaleza, una compañía, una niña eléctrica, movediza, ingeniosa, representa la brevedad, es de la tierra pero también del agua y del aire, es a la vez una criatura frágil y poderosa, con su aspecto desaliñado, su humor benigno y su filosofía de la ingenuidad, sabe que su supervivencia depende de su astucia o “viveza” para sortear los avatares que se cruzan en su camino, aunque para ella y su creador el lugar más seguro, siguirá siendo siempre la imaginación.
Carlos Kuraiem
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Sabemos la particular importancia del lenguaje ícono que desde las pinturas rupestres ha recorrido toda la historia de la humanidad con un modo de expresión independiente y rotundo. Así el dibujo que emerge desde las viñetas de una historieta apela en un chispazo a la complicidad del que las recorre visualmente. Porque “cada cuadrito es un aleph donde entra todo, si se sabe cómo decirlo, cómo dibujarlo” (Pablo De Santis). Exactamente esto es lo que sucede cuando vemos a Margarita que es una línea que juega, la más tierna que haya dibujado Ruben Pergament. Con la ingenuidad en el arco de sus hojas, tiene el gesto de la amistad o del asombro. A pura expresión nos cuenta las historias más simples y no por ello menos sorprendentes. Nos retrotrae a ese primer lenguaje que no prioriza las palabras, y por eso tal vez tenga la condición genuina que a veces queda maquillada bajo la retórica. Con la austeridad en personajes como la luna, un pájaro y la mutación de ellos en situaciones que tienen un mismo hilo conductor: la ilusión, patrimonio de hadas, magos y duendes que confluyen en una margarita con dos pétalos, lista para lanzar por el aire desde pompas de jabón a nubes algodonosas, esas que comparten el cielo con corazones voladores, con vocación de pájaros, y le acercan las gotas de lluvia desde una nube arisca. Margarita es una flor que por suerte crece como cualquier flor silvestre, en cualquier lugar donde se amigue con la tierra, Rubén desliza su Margarita sobre el papel y ya no importa el soporte, siempre disparará  una sonrisa en quien la vea, porque no puede escapar a su destino de agitar la nostalgia de todos los que estén dispuestos a soñar.
Cristina Samaniego

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Margarita: Inocente, cálida, bucólica, transgresora y hasta insolente. Margarita es mucho más que “Margarita”, es decir una flor. Ella, nacida casi esclava de su madre nutricia, la tierra, logra, a través del tiempo, llegar a la maceta y no contenta con eso va más allá y se despega de toda atadura para vivir un sinfin de emociones. Podemos decir que Margarita es una libertaria, amante de la naturaleza de la cual es parte y a su vez amiga solidaria. No cualquiera puede, desde las amarras de sus propias raíces, dar una salto breve hacia la maceta y de allí el despegue a las infinitas contorsiones de su historia. Historia que es compartida por otros personajes de su entorno, la luna, el sol, el pájaro y su peculiar relación con la hormiga y el oso hormiguero... Margarita es y será por siempre un salto a la libertad.
Adriana Grandamarina

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ACERCA DE MARGARITA

“Margarita, es una humanización de un vegetal, es una flor que puede manifestar los mismos sentimientos que los umanos: amar, odiar, reír, llorar, soñar, desplazarse en una maceta...
Conseguí, recrear la naturaleza, con los elementos más simples, una nube, el sol, la luna, un pájaro, la lluvia. Margarita es un personaje sin final.”
Rubén Pergament

Corría 1977, la cita habitual era un bar de Lavalle al 1100, allí Pergament se reunía con el desaparecido periodista del diario La Nación, Vicente Caride, con Oscar Bevilaqua, apodado “Papa de la Historieta” -médico de profesión- y con Miguel Heredia, dibujante de la tira Perro Mundo en La Nación. Pocos días después, con unas cuantas tiras Corpuscrisis y con su nuevo personaje bajo el brazo, Rubén Pergament visita la redacción del diario “La Opinión”, lo recibe la encargada del área cultural Alicia Dujovne Ortiz. El amor fue a primera vista: la mujer se enamoró de Margarita, en ese momento solo había diez dibujos de la flor humanizada.                     

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Margarita nació en la desierta mesa de un bar y casi tiene un destino trágico: faltó poco para que muriera dentro de un cenicero en aquellas épocas en que estaba permitido fumar. Fue extraña y amarilla desde su nacimiento. Si en ese momento un médico la hubiera visto, seguramente ordenaba análisis de sangre para ver qué cosa extraña estaba sucediendo, dado su color. Además parafraseo en un extraño argot internacional una de las frases más hermosas de un texto de Pessoa: “Sola en un muelle desierto en esta mañana de verano, miro hacia la entrada del puerto, miro hacia lo indefinido, miro y me alegro de ver”. Esto sacudió a un hombre juguetón y la tomó haciendo un hueco amoroso en la palma de su mano, otorgándole la inmensidad de la tierra y el horizonte del agua, uniéndose con el mar. Ese hombre se la llevó de la mesa, lejos del cenicero y retomó la última frase de las palabras dichas por Margarita: “miro hacia lo indefinido, miro y me alegro de ver”. Desde ahí ella, llevada por esa mano, caminó por este mundo, digamos por estas tierras, y descalza, pero en su alma giró los ojos y vio una maceta roja y ancha, y se dijo: esas serán mis piernas. Detrás de ella, como algunas veces pasa, sin urgencias, venía caminando un palo, un falo dirían los psicoanalistas avezados en tales cuestiones.
Ella le dio la manzana y él, obediente, la mordió. Desde ahí, desde ese momento, la tempestad del amor fue un relámpago. Un océano. Un horizonte que despertó en la lejanía, esa fácil armonía de la naturaleza misma, que puede encontrar en la armonía del equilibrio, ella sola, y sin la destructiva, feroz mano del hombre, su punto de encuentro y desarrollo. Por eso el humor de Margarita se llamó “ecológico”.
Margarita es la voz de la tierra, del sol, del agua, y tiene su almohada todavía en la mano del genio que la titiritea y la conduce.
Alicia Digón
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Texto de contratapa por Ricardo Rubio
No pocas veces decimos que una obra de arte es "poética", más aún cuando los artistas plásticos "miran" como poetas o parecido a los poetas. Tengo para mí que Rubén Pergament, cuando pergeña los cuadritos de Margarita, es quien más se aproxima a esa mirada. Desde su silencio, Margarita observa, desea, ordena y desordena su mundo compuesto de encantamientos, de obstáculos a transgredir, dadas sus aparentes  pero inexistentes limitaciones. Poesía concreta compuesta en su mayoría por cuatro secuencias que pueden, con suma facilidad, transferirse a versos de variada significación en torno a la vida, al amor y a los deseos. Otros personajes la acompañan y la completan: la luna, el agua, una palmera, otra flor, la maceta, etc., con ellos interactúa y genera este universo mágico que nos lleva de la mano hacia el mejor lugar de nuestra alegría. Seguir estas tiras ecológicas de Humor Benigno es ejercitar el yoga de los ojos, la meditación suprema, es acceder a un estado contemplativo.

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